martes, 22 de febrero de 2011

A veces creo que adentro mío hay un demonio. Que en realidad soy una máscara y debajo de ella está reunida toda la maldad del mundo. Como si hiciera falta un pequeño desliz para destruirlo todo, para hacer uso de la palabra más cruel, de la mirada más ausente.

A veces siento que alguien se ha apoderado de mi cuerpo. Hace con él lo que quiere y yo lo dejo. Cumplo una condena, un castigo. Hace y deshace y acumula victorias y objetos, pero por sobre todo, es el responsable de los recuerdos y sentimientos más hermosos de mi existencia. Sin embargo, allí aparezco yo, capaz de no dejar rastro alguno con un simple pestañeo.
No tengo una mínima idea de cómo decir las cosas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Quisiera dejar de sentir esta vorágine de miedo/inseguridad/antipatía/incapacidad de estar satisfecha.


Te podrías ir. Para siempre. ¿No te parece?

viernes, 11 de febrero de 2011

Estará bien, estará mal. Yo sólo sé que en este momento estoy haciendo lo que siento, después de tanto tiempo de no hacerlo. Lo más importante es la sinceridad, la verdad, lo que existe realmente en mí.


"Yo pienso que cuando no hay nada lindo para decir es mejor no decir nada".

Nunca, jamás podría pensar de esa manera. Y me pedís que te diga todo sobre mí cuando vos te guardás tantas cosas. Y te pido que me digas, que me hables, que me cuentes. Escupime, no me importa. Lo que me importa es que te manifiestes, el silencio es de la ausencia y vos estás acá.


La venganza llega pronto y te das cuenta de lo que hiciste.


"¿Qué sentirías vos si yo te hiciera lo mismo?"
Tengo TAL cantidad de problemas.

jueves, 10 de febrero de 2011

Te miro. Te sigo mirando después de tanto tiempo.

Te busco, creo que es eso lo que hago cuando te miro. Busco encontrarte, que me encuentres, sin saber exactamente para qué. Nunca supe para qué, ni siquiera ahora.

Muchas veces te miento, o te omito, mejor dicho, no te miento. Tengo miedo de que me descubras haciendo nada más que mirarte. Porque no es normal, ¿o sí?, mirar así, desaforadamente como te miro. Nunca fue normal, no para mí.

Hubo un tiempo en que quise dejar de hacerlo. No me hacía bien, no lo entendía tampoco y menos que menos hubiese querido que lo supieras. Siempre intenté protegerte. De mí, de lo que pudiera pasar, de estar equivocada.

Con el tiempo te fui conociendo. Hubo algo que se perdió, quizás, lo dejé de lado, lo oculté hasta olvidarlo. Pero de una u otra forma siempre estuviste ahí, para recuperarme, para pedir que te mirara sin decirlo, para llamar mi atención sin hacer nada.

Es hoy día que sigo sin entenderlo, que sigo ocultándolo, que pienso que lo mejor es que nunca te enteres. No sé lo que significa y eso me aterra.

Y del otro lado estás vos, que quién sabe en dónde estás, dónde está tu mente, dónde están tus ojos. A quién mirás, si es que mirás como yo te miro a vos, y lo entendés. Si podrías llegar a contarme, a explicarme, a dejarme saber de vos.

Sin embargo me escondo, te hablo y te cuento de alguien que no soy yo, de partes, de fragmentos de mí pero no de mí.

Y mientras te observo, en tus virtudes y en tus defectos, y me baño en vos y nada más me importa que el sólo hecho de estar cerca tuyo.


El tiempo pasa y sigue pasando. Pasa la vida, tus historias y mis historias. Pasa lo hecho y lo que está sin hacer.




Pasas vos y paso yo. A la mitad, a medio hacer.




















*





Nunca me fui.

lunes, 7 de febrero de 2011

Ya ni sé para qué me gasto en intentar seguir siendo la que era. Lo que queda es lo mejor y lo peor, lo exorcisaste.